Capitulo III
Mientras, remueve entre nosotros sentimientos declarados con un sobrealiento, lo que hace me dé cuenta que estoy viendo tan solo una actuación fuera de la realidad.
Acabada la obra con bajada de telón y apagón de luces, resuena al unísono un efervorizado aplauso. Fascinante, no salgo de mi asombro de lo que he contemplado. Mientras sigo aplaudiendo, miro a mi acompañante, (ya hice por ponerme a su lado), y veo también que ha vivido el momento a flor de piel al ver sus mejillas empapadas de lágrimas. Me inclino, y la beso sin pensarlo, un instante que me parece eterno como estar en el paraíso, después seguimos aplaudiendo como si no hubiera ocurrido nada entre nosotros ni tampoco se hubieran dado cuenta los demás. De nuevo, se encienden las luces y salen a pie de escenario todos los personajes de la compañía regalándonos una gentil reverencia.
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Parezco como saltar de un sueño inquieto al escuchar algo, no sé que es y me pongo de pie, pregunto, - ¿hay alguien?. Todo es silencio y una vez más el olor a cerrado me embriaga, polvo, papel, telas, maderas.
De un salto subo al escenario y mirando a mí alrededor, veo una silla tumbada como en pose de sueño a pocos metros de mí, la cojo y la coloco justo en el centro, dentro del foco de luz, métrico. Me siento en ella con los brazos en el respaldo y de cara al foro.
Cojo un cigarrillo, lo enciendo, contemplo la silueta del humo ascender a través de la luz contorneándose, apoyo la mano en mi sien, y cabizbajo reflexiono;
- como un recuerdo tan lejano lo revivo tan fresco, tan fresco que mi cuerpo, todo mi cuerpo, está erderizado y no precisamente de frío, pues el sudor gotea por mi frente en la calurosa noche.
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