Veo pasar la estela del verano, que silba tranquila su alma jugueteando entre ramas de olivo, y giro y me pierdo y tengo manchadas mis manos.
La estaca robusta estaca, que de brazos tensos como alambres de acero en este mismo momento bajo la lluvia fresca que dando yo alaridos espasmosos, grito mirando a la oscura Luna como extasiado de orgasmo pleno penetrando a la madre tierra, y camino sin mirar hacia atrás jadeando sin dejar de mirarla a ella, la estaca. Por ella la lluvia, lluvia fresca y en la tierra y la tierra ahoga la arena.
Y de lejos la veo y más lejos yo aun andaba y un relámpago con su reflejo me la mostraba, que más me aprecia guadaña que corazón encogido como puño de muerto ahorcado y venas de soga que atracan barcos y más que corría y más en cielo iluminado por un instante se dibujaba y paro, no puedo más, y lloro, y tan solo una lágrima se derramó por mi mejilla, que no puedo llorar y el dolor en mi pecho se ahogaba más, y caigo de rodillas y hasta suplico, y cabizbajo con tesón de fulambulista bajo mis pies desnudos veo aparecer bajo mis ojos, y el hombro me toca y me ayuda a levantarme y con un susurro su voz me alimenta de sangre, de aire, de vida, y cuando quise mirarle, cuando quise tocarle, cuando quise entregarle mi alma y mi agradecimineto, ya no estaba.
Y miro al frente y se hizo el día y la estaca ya no estaba.
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