Capitulo I
Caminando por las calles del pueblo que vuelvo a ver después de pasado mucho tiempo, y del cual no podía soportar más esta nostalgia que me abrasa y el sentimiento que me pedía volver a contemplar y recorrer sus pedregosas ramblas. Así que decidí en un arrebato después de haber terminado mi jornada de trabajo, remolcarme hasta la estación de tren sin mas bultos que las ropas que llevaba puestas y recorrer los ciento cincuenta kilómetros y después ya veríamos.
El trayecto fue inquietante, ya que no paraba de visionar el anhelado lugar, pero fue llegar al lugar y comenzar a respirar tranquilidad. Las personas ya de por si aquí, contaminan de esa felicidad.
Aquí me encuentro ahora arrastrando mis pensamientos por el pueblo bajo él chispeo suave refrescante y agradecido de una preciosa y mágica noche estrellada de verano, la que hace mucho tiempo no contemplaba en un cielo raso, limpio, sin impurezas volátiles. La medianoche cautiva el momento cuando cerca, muy cerca yo estaba del teatro, aquel teatro donde se integraron en mi vida diversos y nuevos sentimientos.
Pensé en entrar, pero en las puertas principales unas tiras de papel de punta a punta que decían; “cerrado por huelga: La Compañía”.
Daba la impresión de estar ligeramente descuidado, pase a la parte trasera del inmueble por una estrecha callejuela y por una de las ventanas entreabiertas logré, forzándola un poco, entrar. Todo estaba oscuro y callado, y el olor a cerrado era considerablemente fuerte, y la verdad es que está todo echo un verdadero asco, todo tirado y sucio, por lo menos debe de llevar el mismo tiempo que llevo yo sin acercarme por este pueblo a las afueras de la ciudad, mas que nada por que he visto carteles en la fachada anunciando funciones bastante antiguas y cercanas a la fecha en que una noche vine con un grupo de personas, algunas conocidas, a ver una obra de teatro.
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